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Las hijas y los hijos como armas contra las madres

Foto del escritor: SVSV

Actualizado: 19 nov 2024



Las hijas y los hijos como armas contra las madres

 

 

 

El primer registro de menores de edad asesinados en el marco de la violencia de género se comienza a hacer en España en el año 2013 y hasta la actualidad (octubre 2024) se contabilizan oficialmente 57 niñas y niños asesinados por sus padres en el contexto de violencia contra la madre.

 

El Estudio sobre el análisis de datos de casos de violencia Vicaria extrema: “Violencia Vicaria, un golpe irreversible contra las madres” (Vaccaro, S. et al., dic. 2021), detalla 51 casos de Violencia Vicaria, con 50 menores de edad y un adulto, el padre de la mujer, asesinados todos ellos con el mismo objetivo: dañar a la mujer de forma irreversible.

 

Este dato es central, no son niñas o niños asesinados por maltrato o en el daño a toda la familia, son niñas y niños asesinados, si bien en el marco de la violencia contra la madre, como producto del deseo de dañar a la mujer, así lo han expresado los mismos asesinos: «Te voy a golpear donde más te duele, ya verás lo que te pasa», son algunas de las frases que estos individuos han pronunciado antes de asesinar a sus hijos o hijas y a veces en el minuto anterior al crimen. Muchos de estos asesinos avisaron previamente a la mujer de lo que harían, generando en ella impotencia y desesperación.

 

Según la “Macroencuesta de Violencia contra la mujer”[1] en España, elaborada por la Delegación de gobierno contra la Violencia de Género del Ministerio de Igualdad y el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en 2015, más de la mitad de los niños y niñas asesinados en la última década por violencia de género no fueron asesinados en presencia de la madre, sino durante el régimen de visitas o en el período de la custodia compartida correspondiente al hombre violento. Y sólo en tres casos los niños y niñas fueron asesinados en presencia de la madre sin que ella fuera agredida físicamente. Estos datos quedan corroborados por nuestro estudio.[2]

 

Pero, siguiendo con las Macroencuestas de 2015 y 2019, casi el 60% de las mujeres maltratadas tenían hijos menores, y de ellos la mitad sufrió agresiones. No nos equivocamos si afirmamos que la Violencia Vicaria es otra forma de violencia contra la mujer, que utiliza a las hijas e hijos para continuar el maltrato contra ella. Otra forma de Violencia de género que utiliza a las hijas e hijos como armas para dañarla.

La mayoría de los asesinatos se producen cuando los padres están al cuidado exclusivo de los hijos e hijas (48%), ya sea por estar en el ejercicio del régimen de visitas (44%, 22 casos) o de custodia compartida (4%). En el 18%, 9 de los casos, el crimen se comete durante alguna situación de la convivencia[3]. En nuestra muestra ocurrió generalmente cuando los agresores se dedicaban a las labores de cuidado del hogar mientras la mujer trabajaba de forma remunerada fuera de la casa.

 

Cabe señalar, además, que en el 10% de los casos (5 asesinatos) el crimen se cometió en una situación de incumplimiento del régimen de visitas o custodia compartida. Se trata de situaciones en las que el padre, sin ningún consentimiento, violó el acuerdo establecido por la sentencia de divorcio, y se saltó la orden de alejamiento o la prohibición de contacto.

 

Por otra parte, al analizar la custodia compartida, más allá de las recomendaciones internacionales que la desaconsejan cuando no haya una relación armónica entre las partes, observamos que en España se otorga de forma casi preferente, aunque la ley no lo señale así. Incluso en caso de bebés lactantes que requieren de la presencia constante de su madre, se obliga a interrumpir el amamantamiento para otorgar la custodia a ambos progenitores.

 

Frente a estos hechos, nos encontramos con una realidad judicial que nos dice que el 80% de las víctimas de violencia de género no denuncia. Las mujeres creen que al divorciarse se acabará la violencia y que al poner distancia con el maltratador se pondrán a salvo. En realidad, cuando la relación es con un hombre violento, el contexto del divorcio, si existen hijas e hijos menores de edad, es el comienzo de un verdadero calvario para la mujer, ya que ese hombre violento, estará dispuesto a utilizar todos los instrumentos a su alcance para continuar maltratándola, y esos instrumentos incluyen de forma preferente a los hijos y a las hijas sobre los que la justicia hará prevalecer el derecho del pater familias.

 

Prueba de ello es que, según datos del Consejo General del Poder Judicial, en España sólo en el 3,1% de los casos de violencia de género se suspende la custodia a los padres que han maltratado a sus mujeres; y apenas en el 5,2% los jueces dictan la suspensión de las visitas a los agresores como medida cautelar de protección de los menores. La patria potestad no se suspende, salvo en un porcentaje ínfimo de casos que no permite un cálculo estadístico. Aún hoy, habiendo sido sancionada la ley 08/2021 de medidas de protección contra la violencia de niños, niñas y adolescentes, que prevé que se pueda suspender la custodia compartida y las visitas con un padre violento, el porcentage de cese de ambas instancias alcanza solo el 13%, según datos del CGPJ.

 

En la gran mayoría de los casos analizados durante la última década, la Violencia Vicaria sobre las hijas e hijos usados como arma, en su forma extrema (asesinato o desaparición), fue el final de una violencia previa contra la madre, episodios que arrastraban una larga historia anterior de maltrato y violencia. La reducida edad de las criaturas nos muestra el grado de vulnerabilidad e indefensión de las víctimas, cualidad agravada por ser su padre biológico quién estaba a su cuidado en el momento del crimen (82%). Además, en una proporción del 18% de la muestra, las niñas y los niños asesinados rechazaban la figura del agresor.[4] En muy pocos casos, el 4%, pidieron ayuda a los adultos (hay que tener en cuenta su edad). Sin embargo, en el 14% de la muestra las niñas y niños manifestaron síntomas de maltrato, principalmente cambios de conducta y quejas sobre la actitud del asesino. Ante esta situación, en el 96% de la muestra no hubo una evaluación desde ninguna institución pública por parte de algún profesional de la Psicología o los Servicios Sociales, sobre el estado de estos niños y niñas, o al menos no se deja constancia de ello en las causas judiciales y la hemeroteca. Tampoco se tomó ninguna medida de protección sobre ellas/ellos, aún en los casos en los cuales sí se protegió a la madre con orden de alejamiento y/o prohibición de contacto.

 

El hombre violento sabe que los hijos son su arma más poderosa. Sabe que además la ley lo ampara y, por lo mismo, continuará maltratando a través de ellos. Cuando los asesina o los secuestra, disponiendo de sus vidas como si fuesen su propiedad privada, sabe que le asesta el golpe más fuerte a esa

mujer, la madre. Un golpe del que nunca se recuperará.

 

Para que la justicia sea justa, es decir, respete el principio de equidad e imparcialidad ante el tratamiento de los casos, son necesarias juezas y jueces con criterios que contemplen en primer lugar y siempre los derechos de las y los menores de edad, que no deben ser jamás la parte menor de ninguna causa,

sino el núcleo central de todas aquellas en las que estén incluidos.

 

Pero hay algo muy importante que quiero dejar registrado en este libro: estas niñas y niños tienen un vínculo muy estrecho con su madre, de apego extremo, que se interpreta, cuando se carece de especialización en este tema, como patológico o simbiótico. Este vínculo se observa también entre hermanos y hermanas, llevando incluso a uno de ellos a asumir un rol protector hacia el resto. Esta conducta humana se observó siempre en situaciones donde se percibe riesgo y está descrita en escenarios de conflictos graves (en países en guerra, por ejemplo). Por ello, es muy importante que estas criaturas sean evaluadas por profesionales con capacitación y entrenamiento en victimización y violencia de género. De lo contrario, se llegará a culpar a la madre y al niño o a la niña considerando que existe una sobreprotección y una conducta anómala. Nada más alejado de la realidad.

 

Las niñas y niños no son tomados en cuenta, no tienen voz y aunque todos los programas y proyectos señalan la importancia de considerar a la niñez como seres centrales y de alto interés, la realidad nos aterriza en un espacio en el cual no se los reconoce y no se los privilegia en la proporción y el detalle

que se pregona. El sistema replica, y por ello refuerza, el accionar del hombre violento: las niñas y niños no existen, no tienen entidad propia, y aunque las leyes dicen que son seres de derecho y con derechos, continúa discriminándolos por razón de edad y minimiza sus dichos, su testimonio, sus deseos.

 

Un hombre violento considera que sus hijos e hijas son su posesión y su patrimonio. Tan solo los acepta en la medida que se le parecen y se someten a su voluntad y sus mandatos. Pero no son personas, no son un otro, no constituyen otra persona para él, si el niño o la niña no realiza sus deseos será castigado, si se le parece y se somete, será premiado, y en esta dinámica, que pocas veces se visualiza, comienza su trato hacia ellos como objetos de su deseo. A partir de allí, los utilizará, en especial como moneda de cambio con la madre, para quien sabe que son lo más importante, lo que quiere proteger, porque ella sabe

de su violencia y, por esto mismo, estrecha su vínculo con ellos.

 

El amor de un padre verdadero es incondicional, no especula, no presiona, no hace chantajes. Pero para estos hombres violentos, el dinero es el dispositivo de control y poder más grande que tienen, y en esta dirección lo utilizan, haciendo de sus hijos e hijas, objetos comprables para dañar a la madre.

 

Los hijos son un instrumento que han utilizado todo el tiempo para manipular-la, amenazar-la y controlar-la. Para este hombre violento, jamás fueron ni serán personas a quienes respetar y amar con independencia de sí mismo. Fueron concebidos desde un narcisismo extremo y, como Narciso en el lago, están dispuestos a destruirlos con tal de recuperar su propia imagen egocéntrica. Para él son sólo objetos, no son ni su esposa ni sus hijas ni sus hijos, son objetos que no merecen existir si no le pertenecen y los puede dominar.

 

Te invito a ampliar tu conocimiento sobre este estudio,

«Las hijas y los hijos como armas contra las madres»,

extraido de mi libro

 


htm (consultada 18/04/2022)


[2] Estudio sobre el análisis de datos de casos de Violencia Vicaria extrema (2021). Web: https://www.soniavaccaro.com/_files/ugd/bf547c_7e80ae8c50f2466a9e038c506594052e.pdf


[3] Estudio sobre el análisis de datos de casos de violencia Vicaria extrema: “Violencia Vicaria, un golpe irreversible contra las madres” (Vaccaro et.al, dic. 2021)

 

[4] Estudio sobre el análisis de datos de casos de violencia Vicaria extrema: “Violencia Vicaria, un golpe irreversible contra las madres” (Vaccaro et.al, dic. 2021)



 

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