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¿Qué es la Violencia Vicaria?

Actualizado: 4 abr 2022


En los últimos años, el mundo occidental ha tomado conciencia de la importancia de atender un delito que ocurría en la intimidad de una relación, de una casa, de una familia y que por lo mismo, se lo consideraba “privado”: la violencia contra las mujeres en el marco de las relaciones de pareja. Por ello, los países han considerado importante adecuar leyes, protocolos de actuación e intervenciones en dirección a protegerlas de su agresor, aunque aún y a la luz de las estadísticas, estas medidas continúan siendo escasas. Las mujeres continúan siendo asesinadas a manos de hombres violentos que no aceptan ser dejados o contrariados en su afán de control y sometimiento.


En el sistema patriarcal, la violencia contra las mujeres, cobra la forma además, de desplazarse a todo aquello (o aquellos) a lo que la mujer está apegada o siente cariño.  Por este desplazamiento, el hombre expresa su odio dañando a las mascotas, dañando lo más preciado que tiene la mujer sobre la que ejerce violencia: daña su imagen desfigurando su rostro con ácido, desprestigia su “buen nombre y honor” publicando anuncios eróticos con su número de teléfono, amenaza con dañar o matar a sus padres o familiares, rompe sus objetos preciados, quema su ropa…


Judicialmente, ese individuo sabe que no tiene derechos sobre su esposa/pareja, pero sí sabe que conserva (y conservará hasta la mayoría de edad) poder y derechos sobre las hijas y los hijos. Por lo mismo, los transforma en objetos para continuar el maltrato y la violencia. Sabe que esa mujer será capaz de callar, tolerar, ceder y seguir aguantando muchas cosas sólo por sus hijos e hijas. Sabe que la amenaza más efectiva (que siempre está presente en todos los casos de maltrato en la pareja) es: te quitaré a los/as niños/as!…entonces ella no se divorciará, no denunciará, no pedirá la mitad de los bienes y hasta entregará su parte del patrimonio con tal que él le deje ejercer la custodia y el cuidado de sus hijas/os .

Este individuo sabe que además, es muy probable que la justicia hará prevalecer los derechos de El Padre, por encima de cualquier otro interés, incluso a veces, llegando a interpretar de modo perverso, que el “interés superior del menor”, consiste en estar obligadamente con ese padre y en cumplir sus deseos.


Estos hombres violentos, frente a los obstáculos que las leyes y la justicia ponen a su afán de ejercer la violencia sobre la que consideran “su” propiedad privada, han encontrado el modo de continuar ejerciendo violencia y maltrato a través de la parte más vulnerable para ella: sus hijas/os. Todos los días vemos cómo hombres que durante el matrimonio no se preocuparon ni interesaron por sus hijas/os, al momento del divorcio, solicitan la custodia compartida, un régimen de visitas amplio y algunos solicitan la custodia plena, sólo por su afán de continuar en contacto con la mujer y continuar el maltrato, ahora a través de los hijos y las hijas. A este fenómeno, lo he denominado “violencia vicaria[1]: aquella violencia que se ejerce sobre los hijos para herir a la mujer. Es una violencia secundaria a la víctima principal, que es la mujer. Es a la mujer a la que se quiere dañar y el daño se hace a través de terceros, por interpósita persona. El maltratador sabe que dañar, asesinar a los hijos/hijas, es asegurarse de que la mujer no se recuperará jamás. Es el daño extremo.

El maltratador sabe que dañar, asesinar a los hijos/hijas, es asegurarse de que la mujer no se recuperará jamás. Es el daño extremo.

Pero ¿qué factores hacen desplazar la violencia a los hijos y las hijas? ¿Qué mecanismo opera en un individuo que asesina a sus hijas/os? El principal factor que opera en primera instancia es sin dudas que pueda convertir a sus hijos/as en objetos, en instrumentos para infligir daño a quien considera la diana en su objetivo: la mujer. Que pueda asesinarles y dañarles, es la prueba irrefutable que para ese individuo, esos no son sus hijas/os y no les considera personas, por el contrario,  ellos/as son un objeto más para manipular, controlar y continuar maltratando e hiriendo a esa mujer. Él sabe que los hijos son lo más importante que tiene ella y al dañarles, el hombre violento se asegura que esa mujer no se recupere jamás.

Según la Macroencuesta de Violencia de Género elaborada por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en 2012.


En España:

840.000 hijos e hijas de mujeres maltratadas sufren cada año las consecuencias de la violencia de género al vivir en el mismo hogar donde se produce.540.000 padecen la violencia de forma directa (el 6’2% de los niños y niñas de España).En la última década, el número de menores muertos por causa de la violencia contra su madre asciende a 44 (entre 4 meses y 16 años de edad).26 fueron asesinados durante el régimen de visitas o en el periodo de la custodia compartida correspondiente al hombre.


De acuerdo al registro anual que realiza la Federación de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas, muchos de los hijos e hijas perdieron la vida junto a sus madres durante un episodio múltiple de violencia de género. Pero ese modus operandi no fue mayoritario. Más de la mitad (23) de los 44 menores muertos en la última década por violencia de género no fue asesinado en presencia de la madre, sino durante el régimen de visitas o en el periodo de la custodia compartida correspondiente al hombre. Y en tres casos los niños fueron asesinados con la madre presente, pero sin que ella fuera agredida físicamente. Muchos de estos asesinos, avisaron previamente a la mujer lo que harían, generando impotencia y desesperación.

840.000 hijos e hijas de mujeres maltratadas sufren cada año las consecuencias de la violencia de género al vivir en el mismo hogar donde se produce.

Frente a estos hechos, nos encontramos con una realidad judicial que nos dice que el 80% de las víctimas de violencia de género no denuncia. Las mujeres creen que al divorciarse se acabará la violencia y al poner distancia con el maltratador, se pondrán “a salvo”. En la relación con un hombre violento, el divorcio, si existen hijas/os menores de edad, da comienzo al calvario para una mujer, ya que él estará dispuesto a utilizar todos los instrumentos a su alcance para continuar maltratándola, y esos “instrumentos” incluyen de forma prevalente a los hijos y a las hijas.

En la gran mayoría de los casos analizados durante la última década, la violencia vicaria sobre los hijos con resultado de muerte, fue el final de una violencia previa sobre la madre, episodios que arrastraban una larga historia previa de maltrato.

La violencia vicaria sobre los hijos con resultado de muerte, fue el final de una violencia previa sobre la madre.

[2]Casi un 60% de las mujeres maltratadas en el 2015 tenían hijos menores, y de ellos la mitad sufrió agresiones. No nos equivocamos si afirmamos que la Violencia contra la mujer-madre, es otra forma de maltrato infantil. Según la organización Save de Children, en España, en el 2014, 3.349 niñas y niños fueron víctimas de malos tratos en el ámbito familiar.

Las y los menores de edad, víctimas de la violencia hacia sus madres sufren graves secuelas y requieren de una asistencia especializada para prevenir problemas en la madurez. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) reconoció en 2014 a estos menores como víctimas del maltrato infantil, ya que considera que viven en un entorno en el cual la violencia es una pauta diaria, que puede afectar no sólo a sí mismos sino a sus relaciones afectivas y personales hasta convertirlas en un modelo negativo de relación.


Según datos del Consejo General del Poder Judicial en España, sólo el 3,1% de los casos de violencia de género en España terminan con la suspensión del régimen de visitas a los padres que han maltratado a sus mujeres; y apenas en un 5,2% los jueces dictan la retirada de la guarda y custodia a los agresores como medida cautelar de protección de los menores.


A mi entender, creo que es hora de revisar la hermenéutica de las leyes, su interpretación y su tratamiento a la luz de pensamientos con visión y perspectiva de género. Es hora de comprender que un ser violento, que maltrata a su pareja, que es capaz de ensañarse con seres vulnerables que él considera de “su propiedad”, no dejará su violencia de forma espontánea ni la clasificará en “con esta si y con este no”.


Ser violento es algo más que una conducta: es un pensamiento, es una identidad, es una creencia que inunda todas las áreas de la vida de quien Es violento. No existe “con los niños no”, por el contrario, los niños y las niñas, aquellos sobre los que sabe que tiene poder, serán considerados objetos para ejercer su violencia. Este individuo sabe que son su arma más poderosa, que además la ley lo ampara y por lo mismo, continuará maltratando. Cuando les asesina disponiendo de sus vidas como si fuesen su propiedad privada, sabe que le asesta el golpe más fuerte a esa mujer, la madre. Un golpe del que nunca se recuperará.


El interés superior del menor, como indica la Convención sobre los Derechos del Niño (ONU, 20 de noviembre de 1989), debe prevalecer ante el ‘in dubio pro reo’. O sea, en todo fallo judicial, ante la duda, se tendría que favorecer a los menores no al padre sobre el que hay indicios de desatención o violencia.


El Tribunal Supremo de Justicia de España, en un fallo reciente por un caso de intento de homicidio de una mujer en presencia de su hija, resolvió: (cito textualmente)

 “(…) repugna legal y moralmente, mantener al padre en la titularidad de unas funciones respecto de las que se ha mostrado indigno pues resulta difícil imaginar un más grave incumplimiento de los deberes inherentes a la patria potestad que el menor presencie el severo intento del padre de asesinar a su madre (…) no resulta acorde con el derecho ni muy especialmente con la protección que merecen los menores, pues es un dato incontestable que la presencia de la menor en el ataque a su madre efectuado por su padre, va a tener un prolongado efecto negativo en el desarrollo de la menor de mantener este la patria potestad (…)”.


Fallos ejemplares en su esencia, como este, reconcilian con la justicia, y nos permiten considerar que para que la justicia sea justa, son necesarias juezas y jueces con criterios que contemplen en primer lugar y siempre, los derechos de los y las menores de edad, que no deben ser jamás la parte “menor” de ninguna causa, sino el núcleo central de todas aquellas que les involucren.

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